Por: Julio M. González. ACC Coach Ejecutivo y de Equipos
El cambio en mi manera de entender algo tan básico como es la generosidad ha sido, sin duda, otro de mis grandes aprendizajes vividos durante mi proceso de formación como coach.
Desde que tengo uso de razón, y de eso hace ya unos cuantos años, me he considerado a mí mismo como una persona generosa, entendiendo la generosidad como el acto de dar sin esperar recibir nada a cambio. Esta definición, que lleva implícito un alto componente altruista, guió mis pasos como “dador” (que no generoso) durante muchos años de mi vida, sin embargo, no fue hasta que me formé como coach que puse en cuestión la coherencia/incoherencia de esa definición, parte importante de mí hasta entonces catálogo de juicios y creencias limitantes que me impedían conseguir aquello que perseguía y que era importante para mí, es este caso, ser una persona generosa.
Partiendo de la base de que todas las personas actuamos (o no actuamos) con el legítimo y genuino objetivo de cubrir una necesidad interna, el concepto de “sin esperar recibir nada a cambio” deja de tener sentido, ya que cuando doy, estoy automáticamente cubriendo una necesidad mía. De hecho, esa parte de mi definición de generosidad no era más que, en mi caso, una declaración que, sin ser consciente, ilegitimaba el acto de recibir, como si éste invalidara la acción generosa, lo que me limitaba a la hora de crear espacios para que otras personas pudieran poner en práctica su generosidad conmigo.
Este fue, sin duda, el gran aprendizaje que cambió por completo mi manera de estar en la vida, ya que para conseguir ser realmente una persona generosa, algo para mí de gran importancia por estar vinculado a mis valores más profundos como ser humano, necesitaba abrir espacios en mí, hasta entonces cerrados a cal y canto, para que otras personas pudieran ejercer su opción de darme para conseguir, a través de mí, lo que yo buscaba conseguir a través de ellos, logrando de esta manera una armoniosa conexión entre seres humanos.
La llave para abrir esos espacios fue mostrar mi persona al “mundo” trascendiendo mi personaje, es decir, mostrar mi vulnerabilidad para que otros pudieran encontrar en mí espacios para ser generosos, librándome de ese “escudo protector” que más que protegerme del “mundo”, lo que estaba haciendo era aislarme de él.
Después de todo este proceso de transformación personal, ¿cuál es ahora mi definición de generosidad? Me gusta definirla como la conexión en armonía de seres humanos a través del acto de dar estando abierto y dispuesto a recibir. ¿Cuál es la tuya?
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