Por: Julio M. González. ACC Coach Ejecutivo y de Equipos
Según la OMS, “discapacidad es un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales.
Por consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive.” (http://www.who.int/topics/disabilities/es/).
Hace tiempo, que, por falta de tiempo, valga la redundancia, no he tenido la oportunidad de compartir algunas de mis reflexiones con aquellas personas que tengan la curiosidad o el interés de leerlas. No quiero perder la oportunidad que me brinda este 3 de diciembre de 2018, día de la discapacidad, para compartir algo que hace tiempo me ronda en mi cabeza.
La palabra discapacitado, desde hace ya mucho tiempo, me produce un rechazo cada vez que la leo o escucho, no por el colectivo al que intenta definir, sin conseguirlo por lo menos para mí, sino por el significado de la palabra en sí. Es tanto el rechazo que incluso se manifiesta en forma de presión en mi garganta fruto de una mezcla emocional de tristeza, ira y asco.
Cuando verbalizamos la palabra discapacitados, tendemos a poner el foco en una minoría de personas (según la OMS, más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna forma de discapacidad; de ellas, casi 200 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento), erigiéndonos el resto de la sociedad en capacitados. Si hay discapacitados se entiende que también hay capacitados.
Si como dijo Albert Einstein “Todos somos genios (por lo tanto, capaces), pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda la vida pensando que es un inútil”, algo que, yo personalmente, creo sin ningún tipo de dudas, ¿cómo tenemos entonces la osadía de definir a un colectivo como discapacitados?
Si en lugar de poner el foco en esa minoría a la hora de verbalizar la palabra discapacitados, lo ponemos en la mayoría, ¿no cobra esa palabra más sentido? Para mí, indudablemente sí. Porque somos esa mayoría, los ex capacitados, los que hemos construido una sociedad que no ha sido capaz de ver las capacidades de una minoría e integrarlas en ella, haciéndola más diversa, grande y rica. Poniendo el foco en la mayoría, el problema deja de estar en “ellos”, para pasar a “nosotros” como sociedad. Y si el problema está en nosotros, obviamente la solución también.
Desde este enfoque, más que el día de la discapacidad, creo que tendría más sentido señalar el 3 de diciembre de 2018 como el día de nuestra sociedad discapacitada, no para celebrarlo, sino para ver si de esta manera somos capaces de ponernos todos a resolver el problema que como sociedad tenemos.
Y para acabar con mi reflexión, invito a definir una nueva palabra que no ponga en duda las capacidades que TODOS los seres humanos, sin excepción, tenemos. El lenguaje, no es inocente.
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